Radar de lluvia

sábado, 25 de septiembre de 2010

A mi Encarnación de Peñarroya

Señora  llego a Ti
desde el pensamiento y la conducta, para

aspirar los naranjos que en sueños,
florecen en tu atrio, con una nieve nupcial
Y entro a tu Santuario, como un herido
a las hondas quietudes hospicianas
en que sólo se escucha
el toque saludable de una campana.
Tú me tienes comprado en alma y cuerpo.
Cuando la pesarosa
dueña ideal de mi primer suspiro,
recurre desolada
a tus plantas, y llora mansamente,
nunca has dejado de envolverla en el
descanso de tus hijas predilectas.
Me acuerdo de una tarde
en que, como una reina
que acaba de abdicar,
salía por el atrio de Santa Catalina
y llevaba en la frente
el lucero novísimo
de tu Encarnación.
Confortándola a Ella, Tú me obligas
como si con la orla
dorada de tu manto,
agitases un soplo
del Paraíso a flor de mi conciencia.
Porque siempre un lucero
va a nacer de tus manos
para la hora en que Ella
te implore, Tú me tienes
comprado en cuerpo y alma.

Misericordia Maria