Radar de lluvia

miércoles, 20 de marzo de 2013

Mektub


Mektub, la pieza musical que se toca la tarde del Viernes Santo, es una hermosa y vibrante marcha fúnebre. Forma parte de una imposible (me la estoy inventando ahora) melografía solanera. Pero tan sólo tres hechos musicales -la campanada del trono del Santo Entierro, el Sol y la Luna y Mektub, son capaces de estremecerme ese camino de cuna que me nace en el oído y muere en el corazón. Y supongo que lo mismo pasará a cualquier cofrade de bien con cualquier otra marcha. Y si no, peor para él, porque no sabe lo que es la emoción de tierra. Mektub, para mi, no supone ninguna cuestión en general, tanto que, salvo los músicos  nadie sabía el nombre de la pieza. No era importante. Y me arriesgo a decir que, hoy, no habrán más de cien solaneros capaces de decir esto: "Mektub. Marcha fúnebre para Banda de Música. Autor Mariano San Miguel". Hoy, este escrito, supongo que agotará el tema Mektub, con lo cual La Solana habrá cerrado uno de los temas más apasionantes de su Semana Santa. Pero tampoco lo intento. Como siempre, pretendo abrir caminos. Esa debe ser mi misión. Escribir sobre Mektub es, en el fondo, triste. Triste, porque será desmitificarlo. Supondrá quebrar algo menos que un arcano pero algo más que un misterio. Mektub es mucho más que un bien público. Mektub enciende, cada año, un acto reflejo cofrade, común y colectivo. Cuando, cualquier Viernes Santo, comienza a caminar el Santo Entierro, se abren todos los oídos cofrades para recoger los que nos parecen eternos compases de Mektub. Es más, en mi cerebro comienza a sonar antes que en los instrumentos de la Banda. La marcha es mucho más que una canción de cuna. Pero Mektub no quiere ser nuestra canción de muerte. El Viernes Santo en La Solana hecha mirada y concierto. Y Mektub es el nido en que se incuba y el atril que lo sostiene. Pero, ya digo, Mektub no es cuestionable. Aunque éste escrito espero que ponga luz y verdad sobre una circunstancia más (muy importante, como patrimonio tradicional) de nuestra riquísima y cada vez más exotérica Semana Santa, gracias a un esfuerzo cofrade.