Quisiera ser Sayón para no herir tu espalda,
ser romano para desatar esas manos,
quisiera ser látigo para estar tronchado,
ser Pilatos para no lavarme las manos
y dejar en libertad al mejor de los humanos.
Quisiera ser cíngulo que acaricie tus manos,
túnica para cubrir tus hombros
y ayudarte, a traspasar esa madruga,
fría de primavera, cuando la luna esta llena,
y el barrio de la Trinidad te espera
para curarte las heridas con sonidos de saeta.
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