vuestra Concepción os fueron infundidas las virtudes más sublimes y perfectas, junto con todos los dones del Espíritu Santo. Doy gracias y alabo a la Santísima Trinidad por haberos favorecido con estos privilegios, y os suplico, oh Madre benigna, me alcancéis la práctica de las virtudes para hacerme así digno de recibir los dones y la gracia del Espíritu Santo.
Tu eres María luz del alto cielo, estrella y consuelo para el pecador. Vuelve a nosotros tus piadosos ojos que vieron al Hijo en la cruz morir.
Madre amorosa, Reina de los mártires, Madre de Dios dada a la humanidad. ¡Se, pues, nuestra madre, oh Madre de Dios!
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